Archivos Mensuales: junio 2013

Solo si te mueves en Qué Leer

Por Antonio G. Iturbe.

¿Aceptarías un trabajo de chocolatina ambulante o de partenaire de un inquietante dinosaurio mecánico? Javier López Menacho y Aloma Rodríguez, sí. Frente al mito de los Ni-ni… los escritores de la generación Sí-Sí: Estudian de todo y trabajan en lo que les echan por salarios birriosos Y además, lo cuentan.

Aloma Rodríguez es una escritora zaragozana del 83, licenciada en Filología Hispánica, con cu curso de aptitud pedagógica, estudios de teatro, traductora del francés que ha hecho mil trabajos para salir adelante. Ella había soñado desde niña con ser actriz y ya se sabe que Dios nos castiga escuchando nuestras más fervientes plegarias: la llamaron para trabajar de actriz. Esa era la buena noticia. La menos buena era que la cosa iba a ser en Dinópolis, presentando el espectáculo del Tiranosaurio Rex animatrónico, repitiendo hasta seis veces al día un guioncito entre aventurero y pedagógico para un público de niños excitados y padres aburridos.

Veremos en su libro retratar de manera detallada su llegada al grupo de compañeros en similares tareas del parque (los chicos hacen versiones de Indiana Jones) con los que tendrá que compartir piso y cómo cada uno tiene sus manías y sus tics. También veremos que al segundo día de empezar ya está de “encargada” enseñando a otras más novatas (un clásico de las empresas españolas) y que Teruel, de noche, también existe, y hasta se liga mucho. Todo eso (y más) nos cuenta su libro Sólo si te mueves (Xordica). Hay en el hiper-realismo narrativo de Aloma Rodríguez una hábil mezcla de humor y desencanto: el choque entre las ganas de vivir que se tienen con veinte años y la grisura de la realidad con patatas. Echamos de menos que además de esa foto híper-realista, casi notarial, se detenga a un lado y nos hable del sentido de esa foto, que descorche la botella (a veces uno se emborracha con ella, es verdad) de las emociones interiores y que no nos deje solos con la realidad desnuda. Aunque es cierto que esa manera suya de narrar hace que su relato sea un chute de realidad en vena.

Ver en Qué Leer.

Solo si te mueves, de Aloma Rodríguez en el blog La tormenta en un vaso

Nere Basabe escribe sobre Solo si te mueves, de Aloma Rodríguez. 

Dinópolis, para el que no lo sepa, es un parque temático de Teruel que estaba pidiendo a gritos ser el escenario de una novela. Aloma Rodríguezlo supo ver, y también ha sabido retratar con rigor su puntito surrealista y su puntito desolado, sensaciones ambas que impregnan las páginas deSolo si te mueves (novela galardonada como “Nuevo talento Fnac” de 2013). Narrado en primera persona, la autora nos cuenta aquí el verano de una estudiante de filología hispánica que se estrena asomándose al mundo adulto en su primera incursión laboral: dos meses de trabajo eventual como actriz y animadora en un parque de ocio y espectáculos. Con un estilo sobrio, parco en adjetivos, ajeno a toda divagación o juicio de valor (y sí en cambio implacablemente autoconsciente de sus prejuicios), se limita a seguir el hilo narrativo de una reiteración de situaciones: los intercambios con los compañeros de trabajo en los vestuarios, las representaciones teatrales para los más pequeños (hasta seis pases en una misma jornada, hasta el último día en que la función se suspende por la irrupción de una tormenta veraniega poniendo fin a la sensación de bucle); el calor, los recorridos nocturnos por los bares de Teruel, los flirteos, las cervezas, los cigarrillos, las charlas intrascendentes o las ocasionales visitas de un medio-novio que se ha quedado a la espera en la ciudad (con los consabidos paréntesis cargados de escenas sexuales, originales y muy bien tratadas). Y, en medio de tanto cartón piedra remedando animales prehistóricos, algunas verdades de carne y hueso que acaban imponiéndose: la amistad y sobre todo el amor, no ya su descubrimiento, sino lo que en mi opinión es mucho más interesante, su aceptación madura y consecuente.
Guardo en la memoria, a pesar de los años transcurridos, el sabor de la agradable sorpresa que supuso para mí la lectura de la primera novela de Aloma RodríguezParís tres(2007), crónica de un año de beca Erasmus en la Universidad a la que alude el título y de la que ésta que ahora comentamos se presenta como una “precuela” biográfica. Y aunque ahora no tengo aquel libro a mano, sí recuerdo bien la envidia que sentí ante la apabullante sencillez y eficacia narrativa de su joven autora. Siguiendo esa lógica, se podría concluir que Solo si te mueves se mantiene fiel a aquellos parámetros con los que tan bien supo despuntar pero que, con ello, sale perdiendo el factor sorpresa que jugó a su favor en el debut literario. Los que ya conocíamos a esta autora nos quedamos, tal vez, con curiosidad y ganas de conocer de lo que es capaz cuando se decida a dejar atrás la novela de aprendizaje y la autoficción para arriesgar en otros terrenos; para aquellos que aún no la hayan leído, este libro seguirá siendo, eso sí, una ocasión que no deberían dejar pasar. Y también es cierto que pedirle a un autor que haga lo que no hace es una majadería, y lo que hace Aloma, lo hace bien.
Permítanme por último una pequeña divagación extraliteraria; una lectura política con referencia a una anécdota personal y la breve comparación (siempre odiosa) con otra novela de reciente aparición y algunas características similares: Los combatientes, deCristina Morales. Ambas autoras comparten juventud, inteligencia y una escritura autorreferencial descarada y sin tapujos. Las dos novelas transcurren en buena medida en escenarios teatrales, tanto, que Aloma Rodríguez me comentó en una ocasión, llena de irónica humildad, que la novela de Morales era como la suya “pero de izquierdas”. Mi conclusión es que esto no es cierto: el sudor del trabajo honesto, el teatro proletario sin ínfulas artísticas, los miedos y la precariedad están del lado de la sencilla historia que nos cuenta Aloma, y no en un montaje que se ambiciona provocador y alternativo.
Solo si te mueves tiene además la virtud de albergar, sin asomo de pretenciosidad, deliciosos hallazgos: no se me irá de la cabeza la escena en la que describe, por ejemplo, el momento de posar para las fotos de los turistas disfrazada de tiranosaurio rex. Muchos de los niños lloran, porque les asusta el muñeco monstruoso, y son los padres los que los obligan a acercarse para la foto (otros niños, menos miedosos, maltratan en cambio a las mascotas). Entonces Aloma Rodríguez, con su ternura cruel, nos confiesa que, desde el interior del muñeco de gomaespuma, y aunque no vaya a verse reflejada en la fotografía, una no puede evitar sonreír al objetivo. Esas sonrisas invisibles, inútiles, despertarán a su vez la sonrisa del lector; o puede, en cambio, que lo estremezcan.